Con el impacto del coronavirus a nivel global -que coloca a las naciones en una suerte de estado de guerra- tendremos una real regresión en indicadores de desarrollo económico y social, especialmente en las economías con fundamentos más vulnerables y menos diversificadas.
Agudización del déficit fiscal, caída de las recaudaciones, aumento de la deuda, desempleo, son factores que en República Dominicana no podremos eludir como secuela de una crisis sanitaria importada, un factor externo de difícil control, que cambiará la trayectoria del crecimiento hacia el declive.
Al margen de esa realidad -que es materia de abordaje de economistas- quiero tocar un tema colateral con vistas al futuro del país y que estará muy vigente en el período posterior a la crisis, asumiendo, por supuesto, que la pandemia será controlada.
Se trata de la reputación-país, un indicador que, seguramente, será materia de análisis y estudios internacionales de entidades especializadas en la materia, como Reputation Institute, y que claramente pudieran generar un ranking de eficiencia en la gestión de la crisis.
No hay dudas que el tipo de manejo de esta inédita contingencia dejará un sello en los países que condicionará la confianza de los visitantes extranjeros, en el caso de aquellos en donde el turismo es un eje fundamental en la economía y también de los capitales en forma de inversión externa.
Creo que se podrán proyectar como países seguros aquellos que hayan aplicado métodos de pruebas masivas, diagnóstico rápido, aislamientos, con menos tasa de mortalidad y estén sirviendo estadísticas fiables que muestren la limpieza de un proceso dirigido con idoneidad y credibilidad.
Una mala reputación-país derivada de la gestión inadecuada, que deje sombras, dudas, vacíos y preguntas no respondidas, podría traducirse en pérdida de oportunidades de mercado, que significa contar con menos recursos para afrontar la tarea de la recuperación.
Para las marcas o las empresas, la crisis es también desafiante porque su participación en la búsqueda de soluciones para el colectivo, los aportes con desprendimiento sin procurar negocios, la protección de sus colaboradores, en términos de salud y de la economía personal y la ética en la fijación de la estructura de precios, marcarán su perfil y definirán su licencia social. Tanto para los países como para las marcas, la comunicación estratégica será determinante para fijar percepción compartiendo y haciendo entender las buenas prácticas asumidas. Los hechos no comunicados no existen.